La tradición, regreso al pasado

11-10-2012 por Administrador

Algunas sacan del baúl la peineta y otras sacamos los escritos de los cajones...

Mercedes Cardín, Concejala de Izquierda Unida en Cabanillas del Campo

Asoma con descaro y paso firme, y parece que sin descanso, un olor antiguo, casi olvidado a lo largo de estos años de libertad. ¿Libertad…? Esa era la intención al menos. Huele a rancio el ambiente. A velas de catedral, a sangre en el ruedo, a piedad y normas impuestas. A lo que está bien y a lo que está mal. A lo que es así porque siempre ha sido y a lo que nunca debió consentirse. Huele a autoridad y a sus costumbres generosas, complaciente sólo con ella misma y despiadada e intolerante con los que no las comparten y practican. Olores que traen viejos recuerdos a colegios de monjas y a normas incomprensibles hace ya cuarenta años. Al horario de regreso a casa y a castigo por el retraso. A esto es así porque “yo lo digo” y “porque siempre ha sido así” Huele a misa, a desgracia, a miedo, temor y a confesión… Un olor penetrante invade nuestras vidas últimamente. Se llama TRADICIÓN el perfume y se percibe involuntariamente.

Hay quien lo deseaba para recuperar la buena trazabilidad del orden de la vida. Otros, por el contrario, lo perciben como un aroma de color gris, lleno de sombras y malos recuerdos que paraliza … que obliga a caminar con sigilo, a mirar alrededor antes de dar un paso hacia delante, por si antes de apoyarlo en el suelo, tuvieran que retraerlo a la posición anterior. Muchas lágrimas y muchos palos fueron testigos de nuestro esfuerzo por salir del “buen camino”. Por decir NO al NO y preguntar por qué no era SI. Nos esforzamos por darle color al día y conocer la noche. Pensábamos y preguntábamos por qué nos impedían pensar y opinar.

Comprendimos con el tiempo que la cigüeña no venía de Paris y que los toreros llevaban entre las piernas algo diferente al bocadillo. Esa era la explicación que nos daban en mi familia a unas preguntas tan incómodas. Perdimos la inocencia sin el consentimiento de nuestros padres, tutores y maestros, casi todos curas y monjas. Solos, por nuestros propios medios. Por pensar y preguntar sin obtener respuesta.

Ahora algo está pasando. Tal vez sea el perfume TRADICIÓN, el que está activando mi memoria y recreando momentos de la infancia y la adolescencia que había olvidado. Será que la peineta que elegantemente lució la Sra. Cospedal en la procesión del Corpus, la visita del Papa con los confesionarios multitudinarios del Retiro y la declaración de la Fiesta Taurina como Bien de Interés General, han reactivado la zona gris de mis recuerdos.

Me costó demasiado esfuerzo entonces saltar obstáculos tradicionales, impuestos por no sé quien o no quiero recordarlo. Lo hice, lo conseguí y el mundo (nuestro país) se adaptó rápidamente a los cambios que los jóvenes de los años 50 y 60 reclamábamos. Los tradicionalistas no se dieron cuenta, pero de repente, aparecieron los colores, los conciertos de rock y el destape. Asumieron la libertad como si siempre la hubieran disfrutado y olvidaron sus buenas costumbres, sin ningún trauma, con absoluta normalidad. Las mujeres guardaron la peineta en el baúl y los hombres dejaron de viajar a Francia para ver el Último Tango en París

Hoy, 2011, siglo XXI, que no cuenten conmigo para entender, aceptar y acatar lo que no hice cuando tenía catorce años, allá en el siglo pasado. Mi tradición es la libertad, el respeto, la tolerancia y por supuesto, el rock, aunque en mi pueblo se haya perdido esa sana y concurrida tradición de los conciertos por falta de recursos económicos, porque para toros y rock no hay y la tradición manda claro, ¿de quién?

Que no se hagan ilusiones falsas los “dueños del poder”. Si cuando fuimos adolescentes luchamos por conseguir la libertad, en la que no nacimos, ahora, ya maduritos y acomodados en ella, no estamos dispuestos a perderla, por muchas zancadillas que nos pongan y por mucha fuerza que apliquen para acallar nuestras voces. Las amenazas, los recortes de nuestros derechos y las intimidaciones no hacen más que darnos fuerzas y recordar aquellos tiempos en los que conseguimos cambiar una sociedad oscura y triste a la que nunca regresaremos por más que insistan en ello

Pensar en el regreso de la TRADICIÓN, la de toda la vida, la de las mayorías, como dicen las que la defienden, a mi sólo me da la risa y cuando para ello se justifican con argumentos costumbristas, lo que me producen es indignación y rabia contenida.

Y hoy, ocho de octubre de 2012, vuelvo a recordar lo que escribí hace un año al ver la peineta, el collar de perlas y los velos negros que lucen otras mujeres, junto a las autoridades eclesiásticas, como signo institucional de la mujer española.

Guarden ustedes, señoras, las peinetas para sus eventos familiares y sociales y no nos hagan rememorar el pasado que ya tenemos bastante con el presente y con el futuro que nos están dejando

Fdo.: Mercedes Cardín López, Concejal de Izquierda Unida en el Ayuntamiento de Cabanillas del Campo